viernes, 11 de julio de 2014

Mi Escuela de Idiomas. Carta abierta

Recientemente ha concluido otro curso especialmente intenso para mí, no sólo porque ha sido el primero en el que he trabajado como maestro, sino porque iba a ser, como así ha sido, el curso en el que completara mis estudios en la Escuela Oficial de Idiomas de Villaverde; mi Escuela.

Escuela de Idiomas de VillaverdeHan pasado ya muchos años desde el ya lejano curso 1996-1997 en que empecé aquí 1º de “That’s English” ¡18 años! ni más, ni menos. Claro, lo primero que le vendrá a la cabeza a cualquiera que lea esta entrada serán cosas como: “éste debe de ser a little tarugo”, “es un negado para los idiomas” o muchos otros “etcéteras” similares :-) Pero no (I think :-) En mi defensa puedo decir que, aunque en estos 18 años transcurridos, de una manera o de otra, me he sentido vinculado con la Escuela y con el edificio en que se encuentra, sólo he empleado realmente seis de ellos en hacer los seis cursos de que se compone la titulación oficial de las Escuelas de Idiomas en Madrid; que, dicho sea de paso, no es así en otras comunidades donde, curiosamente, con igual o incluso superior titulación, siguen siendo cinco cursos. Hubo pues un paréntesis de 12 años entre mis dos primeros cursos de “That’s English”, debido fundamentalmente a una incompatibilidad de horarios, ya que, a pesar de la flexibilidad de dicho sistema y la no obligatoriedad de asistir a clase, yo consideraba y considero la asistencia un elemento clave para la eficacia de este método, que aprovecho para recomendar efusivamente desde aquí.

Mi reencuentro con la Escuela como estudiante de inglés

Fue en el curso 2009-2010, coincidiendo con el comienzo de mi segundo curso de Magisterio, cuando me decidí y pude matricularme por fin en 2º de “That’s English”. De esta forma, tras completar los cuatro años de este método de manera continuada, elegí realizar los dos últimos cursos, de nivel avanzado, en esta Mi Escuela, como no podía ser menos y ya de forma presencial. Así, hasta que, ¡cómo no! (había de ser en una fecha importante para mí), el pasado 25 de Junio de este 2014 salieron publicadas las notas que nos confirmaban, a mí y a muchos otros compañeros, que habíamos aprobado nuestro último curso, al menos en mi caso, como un hermoso broche final a una igualmente maravillosa etapa y experiencia de vida. Ese mismo día que, por cierto, era el día de mi pentagésimo primer cumpleaños, supe que mi hija había superado felizmente las pruebas para estudiar Canto en su Conservatorio y, también esa tarde, la vi participar como pianista en los Teatros del Canal, en la estupenda 3º edición de “Caleidoscopio”…  Sí, ya sé, esa misma noche también cantaron los Rolling Stones en el Bernabeu, pero eso es otra historia y, además, yo soy de los Beatles :-)

Mi otra importante vinculación con la Escuela

CEIP Ramón Gómez de la SernaEn este caso, mi vinculación no es con la Escuela de Idiomas en sí, sino con el edificio y con otros servicios que se prestan o se prestaron en él. Si hoy soy maestro, en gran parte es porque un día, cuando estaba comenzando a desesperarme por mi futuro profesional, un año después del cierre de la empresa en la que había trabajado durante casi cuatro años, mi vida dio un giro inesperado. A finales del 2003, mi amigo y antiguo vecino Jesús Serrano, que conocía mi trayectoria y preparación, y que por aquel entonces era responsable de las TICs y maestro de música del colegio de mi hija, me propuso al CAP de Villaverde para ser contratado como profesor de un curso intensivo de Photoshop para los maestros de su cole. Fue un curso muy breve, tan sólo de unas pocas horas, pero supuso para mí un punto de inflexión en mi carrera profesional. La experiencia, más positiva de lo esperado, y mi toma de contacto con el colegio, jugaron un papel fundamental, primero para que comenzase a ser profesor de los cursos de Formación Ocupacional de la Comunidad de Madrid y, segundo, para que, varios años después, tras la privatización de dichos cursos, me decidiese a estudiar Magisterio. Pues bien, el antiguo CAP de Villaverde estaba precisamente en la primera planta del edificio de la Escuela de Idiomas, enfrente del aula de informática. Aquel día de 2003, tan nervioso como ilusionado, firmé en aquel despacho mi primer contrato como docente. Para rizar el rizo diré que, de esta forma, me estrené  como profesor dando clase a los maestros de colegio de mi hija, el colegio “Ramón Gómez de la Serna”, en el que, tanto Jesús como yo, habíamos estudiado también de niños.

Unos profesores excelentes

Especialmente mis dos últimos cursos en la Escuela de Idiomas de Villaverde, mis compañeros y yo hemos tenido la gran suerte de tener a Eva Monteagudo como profesora, a la que siempre le tendremos que agradecer su labor. Me consta que en eso coincidimos Todos. Ni siquiera en privado, en esos momentos en que en otras situaciones suele haber siempre algún alumno discordante, que critica de alguna manera a su profesor, he podido oír jamás algo negativo sobre ella, sino todo lo contrario. Cuando el curso pasado, basándome en el que probablemente es mi mejor y más popular artículo, elegí como tema para mi presentación oral, “Las cualidades para ser un buen maestro”, expliqué que la mayor parte de dichas cualidades podían ser también atribuibles a cualquier docente en general y que, aunque era difícil poseer todas de entrada, esas deberían ser el referente que cualquier maestro o profesor tendría que tener como meta. Ahora, si alguno de mis compañeros me preguntara cuáles son esas cualidades, lo tendría muchísimo más fácil: simplemente, le tendría que decir que no tiene más que pensar en las cualidades docentes que Eva ha demostrado cada día con nosotros, con su alegría y con el entusiasmo con el que nos ha preparado y ha sabido siempre motivarnos… 

Igualmente quiero mencionar y agradecer a Javier Rodrigo su buen trabajo como docente.  Fue mi profesor en 4º de “That’s English” y, a pesar de mi memoria de plancton, que no de pez, que me impide recordar muchos detalles al cabo de un tiempo, sí que recuerdo que hizo igualmente un excelente trabajo, no sólo preparándonos de forma muy eficaz para pasar las Pruebas de Certificación, sino colaborando también a motivarnos día a día en el estudio y el disfrute de la lengua inglesa. Y lamento, por último, no acordarme del nombre de mi profesora de 3º, también excelente, aunque sí que recuerdo su método de trabajo, comenzando cada clase animándonos a comentar las noticias más recientes, soltándonos la lengua y animándonos a hablar y comunicar en inglés a la mínima oportunidad.

Unos compañeros inolvidables

En este caso, la emoción sincera me hace ser breve y, si no menciono nombres, es porque tendría que mencionar a casi todos, al menos a mis compañeros de los últimos tres cursos… y no exagero. El tipo de alumnado de la Escuela, gracias a la enorme diversidad de nuestras profesiones y estudios, sin duda se presta a ello. Todos o casi todos adultos y jóvenes a un tiempo (unos más que otros, en ambos casos :-) cada uno con su vida y sus problemas cotidianos, compartiendo actividades y pequeños encuentros y conversaciones en clase un par de veces por semana, con cortas pero ricas e intensas charlas en los descansos y antes y después de las clases, prolongadas en muchas ocasiones en el camino de vuelta a casa. Compartir estos momentos con unos compañeros como ellos, en una etapa de mi vida tan difícil como motivadora, para mí ha sido algo simplemente entrañable y maravilloso…

Un mural de todos

Nuestro muralY entro en el apartado final de este artículo, que es el que se refiere a nuestro muro; ese muro de color y comunicación en el que todos los miembros de la Escuela hemos podido dejar nuestra huella, o al menos esa era mi intención. Cuando se convocó el Concurso de Ideas para un Mural Reciclado en la Escuela de Idiomas de Villaverde, debo admitir que me encontraba bastante agobiado como para comprometerme a hacer algo decente. Como artista, para bien o para mal, soy bastante perfeccionista, quizá demasiado, y nunca me gusta hacer algo para “salir del paso”, así es que, muy a mi pesar, y a pesar de la confianza y la insistencia de mi profesora, Eva, y de algunos compañeros, decidí no presentar ninguna propuesta. Pero, parece que tenía que ser así, al final, el plazo de entrega se pospuso hasta el 18 de febrero, y tengo que agradecer, sobre todo a Eva y a mis compañeros del curso pasado, Enrique y Luis, que por fin me convencieran para que participase en el concurso. Me puse de nuevo el chip de artista y diseñador, y estuve todo un fin de semana disfrutando y trabajando en diversas ideas, casi como en una primera fase del concurso, en el que yo mismo iba a ser el creador y mi propio jurado, antes de presentarlo. Y así, una idea se fue imponiendo con diferencia sobre las demás; la idea de que yo no fuera el único artista creador del mural, sino que lo fuéramos por igual todos y cada uno de los miembros de nuestra Escuela: alumnos, profesores y el resto del personal que trabaja en el edificio. Y con esta semilla inicial, surgió la idea de utilizar los tetrabricks que, a modo de ladrillos de color y palabras, permitirían la participación individual de todos.

Y este será el tema de mi próximo artículo, a modo de continuación y epílogo de este pequeño homenaje, en el que presentaré con detalle la fundamentación del proyecto, desde el proceso de diseño hasta una breve secuencia fotográfica de su evolución y desarrollo.